Entrevista a Eduardo Laporte: “No he venido aquí para ver cosas bonitas”

 

Alguien dijo de Eduardo Laporte (Pamplona 1979) es escritor, bloguero desde hace casi diez años, periodista cultural, profesor de literatura autobiográfica, activo usuario en redes sociales, crítico literario…  Además de habana 2009 (Sub-Urbano Ediciones, 2013) ha publicado postales del náufrago digital (Prames, 2008), Luz de noviembre, por la tarde (Demipage, 2011) y en primavera de 2013 publicará Bajo mínimos, en la editorial Barataria.  Participó en el primer número de la revista cubana VOCES, con un texto sobre los perros habaneros (“Yo no sé lo que tienen los perros”). Desde 2007, colabora en las páginas culturales de Vocento, como periodista y crítico.

Su blog: http://www.elnaugrafodigital.com/

Habana 2009, de Eduardo Laporte.

Después de leer habana 2009 me quedaron varias preguntas en el tintero. Siempre me interesa leer libros sobre Cuba, y escudriñar qué se ve usando un lente diferente. La mirada del otro, del extranjero en tierra isleña, siempre ha tenido para mí una fascinación particular. Aquí está una entrevista al autor de esta crónica de viajes que acababa de publicar Sub Urbano ediciones.

¿Cómo usaste el filtro literario para escribir este libro? ¿Cómo decidiste qué contar, qué callar? ¿Hubo algún embellecimiento o es todo real?

Lo que me di cuenta a las primeras de cambio es que necesitaba distancia para escribir sobre la experiencia. Porque al principio tuve la tonta tentación de escribir sobre la que me iba pasando, día a día, en la misma Habana, pero enseguida vi que no funcionaba. No hay más filtro de lo que me fue llamando la atención y que entendí que era representativo de mi paso por la isla y aquello que me ayudaba a forjarme mi opinión. El libro es un diálogo conmigo mismo para entender la compleja realidad de La Habana, y Cuba, en 2009, a los cincuenta años de llegar los Castro al poder y, de paso, intentar esclarecer a los lectores qué pasa en este país.

Siempre es buena idea dejar sedimentar los recuerdos. Aunque los diarios de viajes tienen el sabor de la inmediatez, casi siempre hay que editarlos y podarlos bastante.

En un momento dado escribes:

“Hay demasiados sitios bonitos en el mundo. No he venido aquí para ver cosas bonitas, lo bonito es fácil.”

Entonces ¿ibas con la intención expresa de ver lo feo? El grado de fealdad encontrado ¿superó o se quedó por debajo de tus expectativas?

Bueno, lo que no me interesaban eran los paisajes de postal, ni un turismo, digamos, de fotografía y sonrisa. No porque en Cuba no haya suficientes riquezas patrimoniales, que las hay (La Habana Vieja es todo un ejemplo de rehabilitación histórica, ya podrían aprender Lisboa o Oporto), sino que me interesaba más entender la realidad política, mezclarme con la gente y escuchar sus testimonios que ver monumentos y callejuelas recoletas. No había ido para eso.

Y el resultado se nota porque tu libro es una crónica diferente y más sandunguera, si me permites la palabra, que muchas otras que se quedan en la superficie de los callejones y las postalitas del Morro. Has leído varios libros de Pedro Juan Gutiérrez, como Animal Tropical y Trilogía Sucia de La Habana, que citas a menudo. ¿Coincides en todo con él? ¿Cómo ves esa Habana sucia desde tu posición de turista, opuesta a la de “nativo” de Gutiérrez?

Descubrí a Pedro Juan justo al llegar a Cuba y fue otro compañero de viaje más. Leí entonces Animal Tropical y El rey de La Habana y luego en España me compré Trilogía sucia de La Habana y Nuestro GG en La Habana. Más que coincidir o no, creo que Pedro Juan, ese Bukowski tropical y con ‘sandunga’, nos adentra en La Habana que no sale en las LonelyPlanet. Describe como nadie la cubanía excesiva, sexual, bebedora, cálida en la que parece que se va con la pinga fuera a todas horas. Un mundo caótico, a veces exasperante, pero también seductor por lo de humano y libre que resulta, un poco en las antípodas de esa Suecia reglada y donde lo único que hay que hacer es trabajar que cuenta, precisamente, en Animal tropical. Un modo de vida del que cuesta mucho desprenderse, por eso Pedro Juan, aunque crítico con el sistema (según me confesó su editor Jorge Herralde), acaba volviendo siempre a Centro Habana, de los pocos lugares en donde puede sentirse como un «perro callejero», que es como se siente a menudo.

Hablando de Herralde, me  dio mucha gracia cómo lo mencionas en el libro –no sé si se la daría a él. Y aquí me callo, para dejar la intriga abierta… Ahora, la música de Silvio Rodríguez es otra constante en la obra. ¿Has cambiado de opinión sobre él y sus canciones después de escuchar las anécdotas sobre él? ¿Sigue siendo “de los buenos”? En este sentido háblame un poco sobre el cambio (o no) que produce el encuentro con lugares que sólo se conocen de oídas y a los que rodea un aura de misterio…como La Habana.

Poco a poco Silvio, según oigo testimonios, me parece menos bueno. Como músico sigo pensando que es uno de los grandes, y lo escucho igual que siempre, pero creo que se ha acomodado demasiado a la sombra del poder y que eso, sin embargo, no parece quitarle el sueño. Justo al contrario que Maiakovski, que cuando fue absorbido por el poder soviético perdió toda su fuerza y su razón de ser como artista. Quizá es por eso que dicen que anda tan antipático ahora… Un artista tiene que ser crítico y tiene que estar del lado de los oprimidos… y no me parece que sea su caso o su actitud.

Tengo entendido que Silvio Rodríguez era antipático desde los comienzos. Dicen que una vez se molestó con el público y los dejó plantados por una discusión sobre el significado del unicornio azul. Pero quizás es una leyenda urbana, no lo he podido comprobar… Volviendo a tu libro, la frase: “Qué cansados deben de estar los cubanos de hablar de política con el primero que llega.” es muy cierta. Sin embargo, tú mismo notas en muchas ocasiones  que son ellos quienes tocan el tema. Si tuvieras que resumir en una oración la relación de los cubanos con la política, ¿cómo lo harías?

Creo que no es amor, es una obsesión, como dice la canción. Como esa gente, en Europa, que habla y habla del trabajo. Amigo, ¡hay otros temas! Eso da la sensación de que en el fondo la política dista mucho de ser una solución para sus problemas, sino el problema mismo. Una sociedad perfecta, según la filosofía japonesa, es aquella en que no se habla apenas de la clase política. Obviamente, esto es una utopía ya que siempre habrá cosas que mejorar, pero en Cuba el recurso a la política me pareció de una dimensiones nunca vista. Claro que porque todo, como digo en el libro, pasa por la política, podemos decir que es una vida intervenida.

Benditos estos japoneses, a ver si nos ponemos todos para el Zen… Bueno, aparte de reseñar una experiencia personal ¿tienes alguna otra intención con esta crónica de tu viaje a La Habana?

Como comenté antes, es un intento de explicarme a mí mismo esa realidad tan compleja, y sujeta a dogmatismo ideológicos, como es la Cuba comunista y, de paso, intentar trasladar a los demás las ideas que me fui formando, por si les ayudara a esclarecer sus posiciones. Hay mucho lugar común en España sostenido por comentarios como «bueno, en Cuba viven bien porque tienen sanidad y educación aseguradas, si se fuera Fidel aquello sería el caso y EEUU les invadiría en un abrir y cerrar de ojos. Peor están los países del entorno». Opiniones más bien sin fundamento que trato de confrontar, a través de la experiencia y los testimonios de la gente, en el viaje y las páginas del libro.

Las confrontas muy buen. Y casi para terminar, ¿algún mensaje para los lectores de Diario de Cuba?

Me queda una cierta duda inquietante de si supe reflejar el sentir del pueblo cubano con cierta objetividad y de si no me rodee de ciertos personajes que lo que querían era desplumar al turista blanco y quizá pardillo que yo era. Que sean ellos los que juzguen, me encanta la idea de que me lean en la isla y ojalá pueda recibir una respuesta de si atiné o por el contrario me llevé una idea demasiado negativa de su día a día.

Pardillos y pardillas somos todos en algún momento, no  te preocupes. Espero que recibas suficientes comentarios de los lectores sobre tu obra. Y una pregunta final, por el prurito chismográfico, ¿volviste a ver a Ariadna? ¿Leyó tu libro?

Aclaración: Ariana es una chica cubana residente en España que sin proponérselo da inicio a esta aventura del autor.

Nunca supe más de ella. No creo que haya leído el libro, al menos todavía. Pero de alguna manera, escribí el libro para todas las Ariadnas que hay por el mundo y que tuvieron que dejar un país en el que ya no creían, dejándose media alma en ese exilio.

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