Algo más que una novela

Mariel 30 years

Cuando empecé a leer Última novela: Cuba, 30 años del Mariel (Aduana Vieja, 2010), lo hice dando por sentados dos hechos: uno, que se trataba de una novela, según parecía indicar el título; otro, que el autor, Ramón Luque, era de nacionalidad cubana. Ninguno resultó cierto. Por otro lado, el placer que me produjo la lectura fue también mayor de lo que esperaba. Gratas sorpresas que dan la vida y la literatura.

Entre la primera visita, no demasiado relevante, de Luque a Miami hasta su “re-descubrimiento” de la ciudad, varios años más tarde, media un libro, Cuentos desde Miami (Poliedro, 2004) que es el origen de esta obra. Las historias recogidas en Cuentos desde Miami recrean una ciudad radicalmente distinta de la encontrada por el profesor español durante su viaje. El contraste hace que éste, como buen periodista (que también es, además de su trabajo académico), se sienta aguijoneado por el bichito cosquilloso de la curiosidad.

Ya metido de lleno en el tema cubano, Luque sigue buscando libros sobre Cuba y acerca de los marielitos (nombre que se da a los cubanos que abandonaron la isla en 1980 a través del puerto del Mariel), adentrándose en la obra de Reinaldo Arenas y en el mundo de los personajes que aparecen en ella. Un lugar especial entre estos libros lo ocupa la autobiografía de Arenas, Antes que Anochezca, de cuyas páginas saltan escritores marielitos como los hermanos Juan y José Abreu y Luis de la Paz.

En Cuba; última novela, éstos son descritos por Luque, que con suma maestría traza sus retratos en cuatro pinceladas:

“(José) Abreu era mayor (….) Te transmitía en el acto la sensación de encontrarte delante de un gran oso herido, una fiera derrotada y desconfiada de la vida. Sin embargo, su dulce acento caribeño suavizaba toda esta impresión.

Luis, más joven, rondaría los cuarenta y muchos (…) Tenía un toque escéptico, como Abreu, pero no parecía tan derrotado. Movía con rapidez sus manos, sus extremidades; era más expresivo.” (37)

José Abreu y De la Paz llevan al autor de la mano por el laberinto de acciones que condujeron a los sucesos del Mariel, desde la irrupción de un ómnibus en la embajada del Perú y la entrada a la misma de miles de cubanos, que terminaron apilados en el recinto, hasta la exitosa (en algunos casos) salida de Cuba de los asilados. Al mismo tiempo, Luque describe con asombrosa exactitud la vida en la isla durante los años setenta y principios de los ochenta.

Más tarde, Luque entrevista a otros autores a los que califica de “herederos directo de gente como Reinaldo (Arenas) y los hermanos Abreu.” Se trata de dos escritores más jóvenes, Armando de Armas y Rodolfo Martínez Sotomayor, retratado el primero con sus  “barrocas botas de piel de cocodrilo (…) Parecía un tipo aventurero, superviviente de mil y una peripecias. Y era enormemente simpático y chistoso,” y el segundo “muy arreglado para la ocasión, parecía más bien un ejecutivo pudiente de origen hispano que un escritor en el exilio” (página 58).

De Armas y Martínez Sotomayor hablan de todo, desde Allen Ginsberg y sus comentarios sobre el Che Guevara que le valieran la expulsión de Cuba hasta la vida actual de los hispanos en Miami. Y siembran la semilla de un tercer viaje de Luque a esta ciudad, ya con el propósito definido de entrevistar más profundamente a escritores cubanos.

En este tercer viaje aparecen de nuevo Luis de la Paz, su obra y su vida; Rodolfo Martínez Sotomayor y los puentes, los innumerables puentes que hacen de Miami una aérea red metálica, y De Armas y su poético uso del idioma en una descripción del Express Way. Aquí se ve a Miami retratada por estos cubanos que han contribuido a construirla, que la habitan y la transitan, y que la pintan en sus obras. Se entrelazaban alusiones a Arenas y comentarios sociales sobre la ciudad y su boulevard de estrellas de famosos con una visita a Hialeah y cierta anécdota sabrosísima sobre Carlos Fuentes que no refiero por no estropear la narración.

Vagan sobre las conversaciones con los autores vivos los fantasmas de Juan Francisco Pulido y del inolvidable Carlos Victoria, entre otros ausentes ilustres. El libro concluye con una evocación de Generación Y, el blog que desde Cuba mantiene Yoani Sánchez, y de la novela Boring Home de Orlando Luis Pardo Lazo, que reside, igual que Yoani Sánchez, en La Habana. De una reflexión sobre Boring Home sale el título de la presente obra, que recomiendo a todos los interesados en la literatura actual del exilio cubano.

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Un comentario

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