Margarita Montalvo: maestra de traductores e intérpretes, poeta, amiga.

En el post anterior me refería a una tarde matavillosa que pasé en el St. James Tearoom, una casa de té de Albuquerque, con mis amigas Raquel Troyce y Margarita Montalvo.

Este post está dedicado a Margarita, que tuvo la gentileza de compartir sus conocimientos sobre la auto traducción para ayudarme con el brete de la «elaboración» de mi novela Death Comes in through the Kitchen , un misterio culinario publicado por Soho Crime el año pasado, al español.

Aquí tienen a Margarita en persona:

        ¡Pero hay mucho más! Con el permiso de su autora, reproduzco aquí un artículo de Margarita titulado El timonel ilusorio y publicado en marzo de 2003 en INTERCAMBIOS, la Revista de Traducción de la División de Español de la American Translators Association.

El libro al que Margarita se refiere es su bello poemario bilingüe, Zoológico de poemas/ Poetry Zoo, escrito, publicado y traducido por ella misma.

 

EL TIMONEL ILUSORIO

                                                                        Margarita Montalvo

El proceso de escribir, traducir e ilustrar un libro, especialmente de poemas, es intrigante. Es difícil establecer dónde comienza una tarea y emplieza la otra. Nunca se sabe si el timones es el autor, el traductor o el dibujante.

Escribir los poemas fue lo más fácil. Traducir escuetamente el contenido, o sea, el sentido de cada verso tampoco fue difícil. Lo que era harina de otro costal era lograr que la traducción rimara y tuviera gracia. Fue al llegar a ese punto que la versión en inglés comenzó a cobrar vida, a tener fuerza, a quererse inmiscuir sin permiso de la poetisa en el contenido y en la imagen del poema original.

  A los audaces traductores de poesía  no les queda más remedio que seguir luchando hasta que el sentido del poema cuadre con la rima, ya que su labor parte de un producto cementado. Yo, en cambio tenía flexibilidad mientras supuestamente capitaneaba el proceso de traducción porque las dos versiones del poema, la española y la inglesa se iban cuajando al unísono. Si me atascaba podía cambiar el original, aunque a veces me resistía y rehusaba transformarlo. Pronto me percaté de que creerme el timonel era ilusorio. La traducción de un verso, la cual había salido bastante bien, comenzaba a forcejear con el original hasta que se proclamaba ganadora. A la poetisa, o al poema en español no le quedaba otro remedio que aceptar la fortaleza del contrincante desconocido.

          Al igual que con cualquier tipo de traducción, había que tomar en cuenta no solamente cómo se dice cada palabra en el otro idioma, sino las implicaciones culturales de esa palabra. Como dice Marina Orellana, “…una vez que se han captado las ideas, corresponderá expresarlas en la forma más adecuada, o en la que más convenga, sin dejarse contaminar por el idioma original ni forzarlo”. El verso con el cual comienza mi librito parecía fácil de traducir hasta que llegué a la última palabra: SAL. El poema termina diciendo que los poemas que van volando tiran “granitos de sal”. En la cultura hispana la sal es símbolo de gracia. A una mujer sin gracia se le considera en Puerto Rico como “una jaba sin sal” aunque sea una beldad. Un poeta español llamó al Guadalquivir “el río de la gracia y el salero”. “SALT” no se entiende en esos términos y hasta puede tener connotaciones negativas o de falsedad. No tuve más remedio que buscar, para la traducción algo granoso que impartiera sabor y color. Fue así que decidí usar “golden spice”.

          Otro ejemplo de diferencias culturales fue el abanico.  En el poema del pavo real hay una señora que cierra y abre un abanico. Traducir el “ruiqui, ruiqui, cierra y abre” del abanico lo traduje sin dificultad: “open, close it, close and open”.  Cuando le di a leer el poema a una amiga y escritora anglosajona me dijo que no entendía lo del “open , close it”. El único abanico que ella podía visualizar era el de cartón, el que en Puerto Rico llamamos “pandereta”. Era imprescindible que de algún modo se resolviera ese problema. La ilustración vino al rescate y no fue necesario hacer ningún cambio en el texto. Al mostrarle a mi amiga el poema ilustrado con una dama antigua que llevaba un enorme abanico español, se le despejaron las dudas. La ilustración cerró la brecha cultural. Otra parte de ese mismo poema decía: “Cuando el calor del verano más y más lo hacía sudar…” lo cual había traducido, “And while he sweated profusely under the hot summer sun”, lo cual estaba cerca del original sin que la rima fuese un problema…quedaba desabrido; le faltaba “sal”. Se lo comenté a un amigo y me dijo: “la solución la tienes en la ilustración.  Yo había pintado un pavo junto a un charco de sudor. Entendí inmediatamente lo que él me estaba señalando y con su ayuda cambié la versión inglesa a: “When the summer grew too hot his sweat made pools on the sand”. Pero la versión original resistió el cambio.

          En otro poema, El chivito marinero, fue también la ilustración la que me sugirió que cambiara el inglés y eventualmente el español. El chivito de la ilustración estaba sonriente, lo cual le impartía cierto encanto. La ilustración insistió, silenciosa, en que se cambiara el final en ambos idiomas para que las dos versiones terminaran con sonrisas.  Primero cambié el inglés “…with grins of joy on his lips”. A la versión española no le costó más remedio que darse por vencida y el poema terminó diciendo: “sonriente y con mucho amor. Después de estos cambios volví a mirar la ilustración y vi que el chivito me respondía con una sonrisa pícara.

          Al traducir otros poemas a veces salía un concepto que se apartaba de la idea original pero que tenía más valor para enseñarles un concepto provechoso a los niños. Fue así como en  El león del pelucón surgió el aspecto compasivo de las leonas, descartando su aspecto original que era un tanto vengativo. La versión inglesa las convirtió en criaturas que unidas reclamaban sus derechos y que solamente se proponían darle una lección al león que se burlaba de ellas por ser tan pelonas. Esa idea sólo estaba implícita en el español. El poema ahora dice:

The lionesses decided to show how kind they could be,

and in a whisk tightly knitted a fabulous hairpiece.

  They used his very own hair,

for they’d saved it all along,

waiting for that brighter moment,

when his mocking would be gone”.

          La lucha por mejorar la traducción de un poema cuando ya casi me había dado por vencida me obligó a veces a alejarme del original y a hacer cambios.

Hubo momentos en que el inglés venció al español, en que la traductora derrotaba a la autora forzándola a hacer cambios para elevar el mensaje original o para embellecer la imagen. Esta es la ventaja que tiene el traducir la obra de uno mismo, especialmente cuando el original todavía no ha cuajado del todo. La desventaja es que cuando uno cree haber terminado con el original hay que forjarlo de nuevo.