Entrevista a Armando de Armas

Serie de Autores de TheWriteDeal

La escritura: un asunto de gente sospechosa

Armando de Armas nació el 15 de octubre de 1958 en Santa Clara, Cuba. En los años noventa integró el movimiento de derechos humanos y de cultura independiente dentro de la isla. Es autor de la novela La Tabla (Fundación Hispano Cubana, Madrid, 2008), así como de Mitos del antiexilio, libro de ensayos publicado en Miami en 2007 y traducido al italiano por el sello Spirali y también al inglés, y de dos colecciones de relatos: Mala jugada (Miami, 1996 y The WriteDeal, 2012) y Carga de la Caballería (Miami, 2006). Otro libro de ensayos suyo es Los Naipes en el Espejo, 2011, publicado en Nueva York por Latin Heritage Foundation. TheWriteDeal ha publicado su relato Dedos en 2011. Sus cuentos, artículos y ensayos han aparecido en numerosas antologías y han sido traducidos a diversos idiomas en el mundo. De Armas escribe además para la página www.martinoticias.com, de Radio y TV Martí, donde conduce la sección de Arte y Cultura, y es invitado frecuente a programas de la televisión en el sur de la Florida. Muchos de sus artículos pueden leerse aquí.

                                         Entrevista

Teresa Dovalpage: Mala jugada es una colección de cuentos en que los personajes mueren y resucitan, con elementos mágicos y fuerte acento cubanón. ¿Qué te inspiró a escribirla y cuándo se publicó por primera vez?

Armando de Armas: Mala jugada es un libro escrito en Cuba. Había terminado de escribir La tabla que, originalmente, contaba con más de mil cuartillas. Y, francamente, lo menos que tenía era deseos de escribir, sino de sumergirme por entero en el mundo de lo díscolo y lo disoluto, en el desenfreno de lo marginal, una de las pocas esferas donde es posible encontrar algo de decencia cuando se vive bajo una dictadura comunista, me sentía con todo el derecho a permanecer en mis campamentos de invierno, quiere decir cabarets, cerveceras y otros sitios de la buena muerte, y olvidarme no sólo del infierno que es la vida en esa isla, sino de la escritura misma, ese nefando vicio, pero como siempre ocurre desde que empecé a escribir, tarde por cierto, no podía entregarme enteramente a la inmersión en ese mundo otro de lo oscuro-luminoso, sino que tuve que compartirlo con la escritura de un nuevo libro, me llegaban frases a borbotones, en relación con mis experiencias diarias, pero también con otro tipo de experiencias, eso que tu llamas elementos mágicos, irrupciones del mundo de lo numinoso que, para mí, son tan reales como la realidad misma, es más, para mí un escritor realista no es, no puede serlo, en el sentido de lo que decía Stendhal de la novela «como un espejo colocado a lo largo del camino», porque hay otra realidad, oculta, misteriosa, llamémosla psíquica o  llamémosla espiritual, que viene a conformar con la realidad evidente lo que se podría entonces nombrar como la verdadera realidad; describir sólo la carretera con sus suciedades y sus baches es, simplemente, quedarse a medias, con una parte, bastante difusa por cierto, de la realidad. Para mí es tan importante lo que sucede en el mundo interior de los personajes como en el exterior, narro desde adentro, desde adentro hacia afuera, donde viene a completarse el universo que tramito. Tanto La tabla como Mala jugada pueden leerse como novelas de aventura, por la acción que contienen, pero la acción en tiempo cronológico es mínima, pues la acción se narra desde el recuerdo, desde lo onírico, velado por los claroscuros del alcohol y la alienación.

Así surge Mala jugada. Yo me había fugado de una cárcel en Minas, Camagüey, yo vivía en una suerte de semiclandestinidad y cuando pude escapar de la isla, en 1994, en un barco robado y bajo fuego de ametralladoras, ¡si vieras la noche rota, iluminada por las balas trazadoras!, más de 600 millas de navegación por el sur, me traje los manuscritos de La tabla (a esas alturas La tabla se había convertido en una novela famosa dentro del underground literario, una obra de la que todos hablaban pero pocos habían leído y que los muchachos de la Policía Política querían tener a toda costa, nada, cultos que suelen ser esos muchachos), Mala jugada, ensayos, denuncias de violaciones de derechos humanos y artículos contra la dictadura. En 1996 pude publicar Mala jugada, mi segundo libro escrito, pues el primero, La tabla, vino a publicarse en 2008, 18 años después de haber sido escrita. Mala jugada pude publicarlo gracias al Ex Club, Organización de Ex Prisioneros y Combatientes Políticos Cubanos, un organismo muy activo en la lucha anticastrista con el que venía vinculado desde la isla, por Justo Quintana y Rolando Borges, amigos, ya muertos, que pasaron muchos años en las cárceles por oponerse a la dictadura. A mí me pasan cosas raras, paradojales, y lo que ha de venirme me viene por donde menos lo espero. El Ex Club era un organismo político, de acción en aquel tiempo, nada que ver con el mundo de la cultura, y fue, sin embargo, el encargado de publicar Mala jugada, de darme a conocer como escritor, pues como te imaginarás no podía yo haber publicado en Cuba, y aunque tenía una obra, era inédita, y yo podía desgañitarme diciendo, eh, soy un escritor, pero ciertamente nadie me iba a creer pues no tenía las pruebas del delito y, para colmo, tengo una facha que me haría sospechoso de cualquier cosa menos de escritor.

Teresa Dovalpage: La historia de tu vida da para hacer varias novelas. ¡A ver cuándo te embullas a publicar tus memorias! Mientras tanto, eres ensayista y autor de narrativa. ¿Cómo decides cuándo tratar un tema en un ensayo y cuándo llevarlo a la ficción? ¿Y cuál de los dos prefieres?

Armando de Armas: Creo que eso lo decide el tema, aunque la verdad es que en mi narrativa hay ensayística, y en mi ensayística narrativa, vaya, tan cierto como que cada macho contiene a su hembra, cada hembra a su macho y cada cristo a su anticristo. Prefiero la ficción, pues te permite decir muchas cosas sin que te tilden de loco…

Teresa Dovalpage: Eso sí es verdad. Y en la ficción uno siempre puede decir: todo es cosa de mi imaginación,” nada personal… J Siguiendo con las preferencias: de todas tus obras, ¿hay alguna que sea la favorita? Ya sé que esto es un poco como preguntarle a un padre que si prefiere a uno de sus hijos, pero…

Armando de Armas: Creo que La tabla, una novela dura y abarcadora, de la que el agente literario Guillermo Shavelzon dijo una vez que era la novela de la revolución y que, paradójicamente, pienso yo, sería también la novela de la contrarrevolución… pero muchos prefieren Mala jugada y otros el ensayo Mitos del antiexilio, no sé, nunca se sabe…

Teresa Dovalpage: A mí me gusta más Mala Jugada, sobre todo el personaje de la Pía, para no hablar de esa estatua de la India sandunguera encarnada en mujer. Ahora, eres escritor, periodista, activista político… ¿cuándo escribes y cómo encuentras tiempo para hacerlo?

Armando de Armas: Escribo preferiblemente en las mañanas, aunque lo he hecho a cualquier hora y en lugares inimaginables… en celdas, en la barra de un bar, sobre la espalda de una mujer dormida…

Teresa Dovalpage: Lo último debe ser un poco incómodo, digo yo…sobre todo para la durmiente. ¿Tienes alguna rutina particular para escribir?

Armando de Armas: No, el tipo de vida que he llevado no me ha permitido hacerme a alguna rutina…

Teresa Dovalpage: ¿En qué nueva obra estás trabajando en estos momentos?

Armando de Armas: Una novela histórica del XIX, pero no debo decirte más, soy supersticioso… o al menos alguien que huye de la superstición racionalista…

Teresa Dovalpage: No es superstición, es precaución… astral. Tampoco es cosa de desparramar la energía. Si tuvieras que darle un consejo a quienes se inician ahora en la literatura, o en el ensayo, ¿qué les dirías?

Armando de Armas: Que lo piensen bien primero, si no tienen nada mejor qué hacer, si no son mejores en otra cosa, si no están compulsados a hacerlo por una fuerza superior a ellos, si no es una necesidad, entonces mejor no escriban, hagan negocios, hagan la guerra o hagan el amor, pero no escriban… pero si no tienen otra opción razonable, entonces escriban, pero sepan que es un mal negocio, un asunto de gente sospechosa de algo turbio en todas partes, un oficio al que se sacrifica muchas veces patria, honra y familia, y después que lo decidan, que escriban, no se apuren en publicar… estén seguros de que no van a publicar una mierda, una sonsera. Como todo, no lo niego, la escritura tiene sus beneficios, sus mieles, pero no pretendan hacerlo por los beneficios, por las mieles, pues hay miles de actividades humanas en que beneficios y mieles se obtiene a más bajo costo, de manera mucho más rápida.

Teresa Dovalpage: “Un asunto de gente sospechosa”. Eso me gusta mucho. Pero los que ya estamos montados en el burro, seguiremos en él hasta que nos bajen a palos. ¡Muchas gracias, Armando, por acceder a esta entrevista y suerte en todos tus proyectos!

                                                                         Mala  Jugada

Fragmento del relato «La Pía»

La Pía nada tenía que ver con el Papa Pío IX, ni con ningún otro investido de poder por derecho divino, o histórico, ni tan siquiera con los desfiles militares por el  Día de la Victoria, y menos aun con las movilizaciones al agro y con la determinación, no consultada con ella, acerca de morir antes que retroceder; la Pía, era la Pía, y venía de un tiempo viejo en que había sido soldadera de las tropas de Pancho Villa y puta del harén de Alberto Yarini, quizás todo eso la llevó a conocer una calurosa noche del verano de 1991 al Cortadillo, que llegó hasta ella sentada en un banco del Prado, cojeando aristocráticamente de la pierna izquierda con una pepilla rubia que la Pía conocía de la lucha en la Rotonda de Punta Gorda, y que iba como un adorno al lado del Cortadillo, entonces ella lo vio vikingo desgarrador de la niebla del tiempo, empinándose un tarro de cerveza en proa de nave que avanza a golpe de látigo y tambor, herido de una pedrada en la misma pierna de la que ahora cojeaba, en combate con los monikongos en un país verde; ella había aprendido a odiar a los monikongos por feos y contrahechos y regimentados y serviles y violentos, y a querer a los vikingos por liberales y ojos verdes y pelo rubio y rutilantes armaduras; después lo vio en la lucha por el dólar que traían las vikingas naves desde lejanas tierras, por su parte, él también supo que ella era combatiente de la misma lucha, porque esa noche la Pía dio a la rubia-adorno un ticket para la guagua, que guardaba en el carnet de identidad, y allí, al lado del ticket, estaba el preservativo, rosáceo, nailito lindo y etiquetado en letras chinas, adormecido en toda su penetrabilidad penetrable, escudo que al Cortadillo le pareció conocido de cien antiguas batallas, en que él mismo lo portara al dorso de su brazo matador de hombres, o tal vez, enfundado en su verga castigadora de hembras que ejercían el oficio en un presente de pasada futuridad, todo giró en torno al preservativo, o quizá dentro del preservativo, del vacío, de la circunferencia que conformaba en el reposo del carnet de identidad, de la vida, que era, en suma, eterno preservativo; la rubia-adorno no existió más, se esfumó, entonces la conversación se refirió al SIDA, y a lo bueno que la Pía, con sus escasos 20 años, tuviera conciencia del hijo-de-puta síndrome, y Cortadillo se admiró de sus ojos tristes, inteligentes, buscadores de una felicidad condenadamente extraviada, cada día más extraviada, más quimera, a pesar de los montones de billetes verdes que ella sabía ganar, como ninguna, en el comercio con los de las vikingas naves, sola, sentada en el malecón de la Rotonda, frente a La India Guanaroca, Guanaroca quizás ella misma, cazadora del pájaro, virgen puta, sin alardes de puta…

India Guanaroca

La India Guanaroca

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