¿Abducida?

Una luz en la infancia profunda

Hasta hace poco tiempo pensé que, en alguna ocasión, allá en la infancia profunda, me habían visitado especímenes de otros mundos.

Recordaba, acostada en mi cuna de la casa en la calle San Anastasio (la casa donde viví hasta los cinco años, antes de que nos mudásemos a Centro Habana) recordaba, digo, haber visto una luz moviéndose en el techo, un redondel que giraba sobre la cuna y…nada más. Hasta allí llegaba mi memoria.

¿Explicaciones? ¡Hum!

Muchos años después, viviendo en San Diego, leí reportajes sobre abducciones hechas por los extraterrestres. Vi programas de televisión en que se les representaba alcanzando, con un cono de luz, a los inocentes terrícolas que subían levitando hacia la nave…

En 2010, ya Gary y yo asentados en Taos (lugar onírico de por sí y casi extraterrestre) fui a una feria psíquica y oí a varias personas hablar sobre sus experiencias de abducción. Aunque los detalles variaban, las referencias al cono de luz eran frecuentes. Alarmantemente frecuentes, considerando mis recuerdos difusos por el tiempo.

Y si me habían abducido de mi cunita, ¿eh? Esto explicaría el porqué de algunas rarezas de mi carácter, ese sentimiento de no pertenecer a parte alguna, de andar un poco por las nubes la mayoría del tiempo… En fin.

El UFO Festival de Roswell

Más tarde, cuando nos mudamos a Hobbs, visité la mata del asunto: el mentado UFO Festival de Roswell, que conmemora uno de los incidentes más famosos de encuentros con alienígenas: un objeto desconocido en forma de disco que se estrelló contra un rancho situado en Corona en julio de 1947. (En realidad, Corona y Roswell están a 130 millas y a dos horas y pico de distancia, pero en Roswell se encontraba la base aérea a donde, supuestamente, se llevaron los restos —diz que no humanos— que se recuperaron.)

En el festival asistí a varias conferencias. Compré un montón de libros y me atiborré de literatura alienígena durante algún tiempo, hurgando en mi cerebro a ver si saltaba algún incidente revelador. Pero no saqué nada en limpio y terminé echándolo todo al saco del olvido.

Hocicando en eBay

Pues señor, hace unas semanas, mi afición a “recuperar” objetos que me recuerden los tiempos de la infancia volvió a la carga. (En un post anterior, Cazando trozos de ayer, he documentado esta compulsión a recrear el pasado imperfecto).

Hocicando en eBay, encontré cierta lamparita giratoria idéntica a una había estado en mi casa desde que abrí los ojos a este mundo. Aquí la pueden ver, en el escaparate de mi cuarto; la foto se tomó en noviembre de 1966, cuando una servidora contaba con solo un mes de residencia en la tierra.

En mi cuarto de niña, con mis padres. La lámpara está al fondo

Cuando nos mudamos a Centro Habana, la lamparita estuvo por algún tiempo en mi cómoda, pero ni mi madre ni yo recordamos qué pasó con ella. Supongo que se rompería.

La que compré en eBay era igualita y muy bien conservada, a pesar de tener más de sesenta años. En cuanto me llegó, la instalé en mi mesa de noche. La encendí y miren lo que vi en medio de la oscuridad:

En mi cuarto actual, con la luz apagada y el reflejo de la lámpara en el techo

¡Era, exactamente, el reflejo que recordaba haber visto sobre mi cuna! El mecanismo que hace girar la parte interior de la lámpara producía el círculo de luz que de niña había visto tantas veces en el techo, pues la lamparita se quedaba encendida por las noches.

Algo me desilusionó no haber sido abducida y no poder culpar de mis rarezas a un pobre extraterrestre, pero al menos me queda el consuelo de haber desentrañado el misterio de aquella luz sobre mi cuna.

La lámpara en mi cuarto actual, con la luz del cuarto encendida