En diciembre de 1995 ya lo tenía todo listo para viajar a San Diego. Me había llegado por fin la famosa liberación —aunque yo era profesora de inglés en la Facultad de Estomatología, estaba catalogada como “personal médico” y como tal necesitaba el mismo permiso que los profesionales de la salud para viajar. Una computadora regalada a la señora a cargo del tal permiso resolvió el problemita, pero eso es otro cantar. O tal vez otro contar.
Tenía también la visa, que me habían dado en julio de aquel año. Era por reunificación familiar (matrimonio), un tipo de visado que generalmente se concedía sin muchos tiquismiquis. El oficial consular, casi tan joven como yo, rubito y guapo, me preguntó cuáles eran mis planes al llegar a Estados Unidos.
—Escribir y publicar mis novelas —le contesté muy pancha.
El diplomático, diplomáticamente, sonrió y me aprobó la visa.
—Buena suerte —me dijo.
Nunca se me olvidó su nombre, pues ustedes saben que yo tengo memoria de elefante para lo que me importa. Casi treinta años después lo busqué online y lo encontré. Había seguido su carrera con mucho éxito. Le mandé un email dándole las gracias y diciéndole que, con catorce libros publicados en ese momento, creía haber cumplido mi promesa. Me contestó muy amable.
Pues señor, aquel diciembre de 1995 celebramos la Navidad en casa, por primera vez (desde que yo tenía uso de razón) con un arbolito que supongo habíamos comprado en la shopping.
Nunca antes habíamos puesto uno en casa, aunque recuerdo con mucho cariño los que adornaban las iglesias de Reina y del Carmen, y sus preciosos nacimientos de tamaño natural.
Fue en ese mismo mes cuando tuve una experiencia rarísima, de esas esotéricas que me pasan a mí, en el edifico de la Manzana de Gómez, donde había estudiado la secundaria. Documenté el incidente (con añadidos de ficción, por supuesto) en un cuentito, El día que volví a ayer.
Pero La Manzana, y las cosas raras que ocurrían en aquel edificio que a veces parecía embrujado, no me dejaba en paz. Al fin se convirtió en la inspiración para mi novela The Novel Detective, la sexta de la serie Havana Mystery, que saldrá con Soho Crime en junio del 2026. Pronto compartiré la portada.
Y aquí estoy, en Hobbs, tres décadas después de aquella foto de La Habana. Mucha lluvia ha caído en todo este tiempo y mucha tinta ha corrido también.
Así que, como dice nuestro amigo Barbarito, el lector cubano, ¡por muchos años, por muchos libros! Y feliz Navidad.


