Viaje a Londres: Té y mucho más

Segunda parte

El té de las tardes

Cuando hice la reservación para ver Romeo y Julieta en The Globe, el sitio en la red daba la opción de reservar también un espacio para el “té de las tardes” en The Swan, un restaurante que queda junto al teatro.

Ya yo había tenido muy gratas experiencias con esta ceremonia del té inglés en el St. James Tea Room en Albuquerque, donde sirven unos scones sabrosísimos, así que me embullé enseguida.

Al llegar a The Swan, nos encontramos una mesa preciosa con vistas al Támesis. El lugar es muy lindo y estaba bastante concurrido. Había varios tipos de menú. El tradicional estaba inspirado en la obra. Incluía un panecillo “rose by any other name” y un mousse de chocolate “in fair Verona”.

Menú tradicional, inspirado en Romeo y Julieta

Había un menú vegetariano y otro estilo cowboy, con salmón ahumado y tacos de aguacate, además de un “caviar cowboy,” verde, que al principio pensamos que era guacamole.

Menú estilo cowboy

Gary pidió el menú estilo cowboy y yo el tradicional. Por cierto, un detalle encantador de este último era una “poción” que sabía riquísima, a menta.

No pude zampármelo todo, por más que lo intenté, de modo que nos llevamos el resto en una cajita —igual que en Cuba, porque según dice mi amiga Liz “puedes sacar a la persona de Centro Habana, pero no a Centro Habana de la persona.” Fue una tarde divertidísima.

Como en el teatro, me pareció que la mayoría de los asistentes no eran turistas, sino personas que viven en la ciudad y van allí para comer cosas sabrosas y tomar buen té.

Después dimos un paseo por uno de los puentes, el Millenial Bridge.

Quizá lo que más gracia nos dio fue encontrarnos un carrito de comida mexicana al cruzar el puente, a pocos metros de la Catedral de St. Paul. ¡El chile nos persigue!

Comida mexicana junto a la catedral de St. Paul

Wagamama: las tres bes

Comimos varias veces en el Wagamama del Bankside. El restaurante cuenta con las tres bes: bueno, bonito y barato. Además, queda muy cerca del hotel. Y permite pagar en efectivo, algo difícil de encontrar en Londres, donde todo es «contactless payment.» Gary y yo habíamos cambiado dólares por libras esterlinas en el aeropuerto de Houston y este fue el único lugar en que las usamos.

Gary feliz con sus bao bums

Gary siempre pedía los bao bums, que son una especie de tacos con salsa de barbecue. Mi favorito era un platazo de arroz con carne, edamame y otros vegetales, con un huevo encima pa completar. Imposible salir de allí hambriento. Davide, el manager, y el resto de los empleados eran súper amables.

Paul, un café con swing

Un café cercano, Paul, sirve tés, scones y unos quiches que, como dicen mis amigas mexicanas, no tienen abuela. Lo mejor es que se puede ver a la gente yendo y viniendo por la calle. Aquí está Gary disfrutando de la vista y de la comida.

The Real Greek

También nos gustó mucho The Real Greek, muy cerca de The Globe. La spanakopita que pedí estaba deliciosa.

Capricci

Pero si tuviera que escoger un favorito sería Capricci, también en la vecindad del Bankside, muy cerca del Museo Tate. Hacen una comida italiana que no tiene rival. Gary pidió ñoquis con cordero, muy bien preparados y presentados con mucho gusto. Yo pedí risotto una vez y linguini la segunda, y los dos estaban buenísimos.

Como se nota, cuando nos tomaron la foto ya en mi plato no quedaba nada.

Aunque nosotros no bebemos alcohol, se veía que la selección de vinos era grandísima y, por lo que escuché, excelente.

Los lattes eran cremosos y espesitos, como deben de ser. Me encantaba sentarme afuera (bien abrigada, eso sí) a disfrutar del cafecito. ¡El lugar perfecto para cenar antes de ir al teatro!

Siempre había oído decir que la cocina no era lo mejor de Londres, pero, o yo no tengo alma de gastrónoma (a fin de cuentas, soy centro habanera de corazón y crianza) o las cosas han cambiado desde que se acuñó este dictamen porque lo encontré todo sabrosísimo.

Tomándome un latte fuera de Capricci. Por cierto que hacía tremendo frío, aunque era a finales de mayo.